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El compromiso de Luis como faro para salir de la oscuridad

En todo este mar de penas que es hoy Lanús, la figura de Luis Zubeldía es el rayo de sol esperanzador para cortar con un invierno cruel, que nos desnudó de la peor manera, que imaginamos transitarlo con otro andar y que hoy nos encuentra donde nunca imaginamos volver a estar. Y digo volver a estar porque alguna vez ya pasamos por esto a lo largo de la vida del club, quienes somos un poco más grandes nos curtimos haciendo números, solidificamos los más hermosos presentes siempre desde las realidades y cuando pensamos que podíamos mear más alto, el destino nos pone casi de manera directa en una lucha que creíamos haber dejado atrás para siempre.

Ese deber asumido de Luis con el Club tiene que ser el faro a seguir en esta oscuridad en la que estamos sumidos por egoísmos y a esa codicia egocentrista, a la que habrá que responderle con compromiso, desinterés, generosidad. Por lo menos, para con quien vino a poner el pecho en este momento y da toda la pelea del mundo, con armamento de escasísima monta que tuvo que heredar.

En este catarsis que pretenden ser estas líneas, creo que la transición que se venía inevitablemente se planificó de la peor manera, vaya paradoja, en un club con libretos y hojas de ruta de crecimientos constantes, de pasos que se daban por etapas de superación, de paciencia, de mente y sobre todo, prioridades claras y definidas.

Y las consecuencias de ese error, práctico y conceptual, son esta película de terror que se avecina como una especie de profecía autocumplida y trae consigo una diarrea imposible de cortar y los peores augurios nos invaden y se apoderan de nosotros, maniatandonos desde la comodidad de nuestros sillones y transformándonos en simples espectadores de una debacle que como única razón nos deja un resignado y acomodaticio “Viste? Yo te dije que iba a pasar esto”.

Lanús nos llama, habrá que sacarlo de esta, como supieron hacer otras generaciones, hoy le toca a la que está, su hora, su momento. Habrá que jugar desde afuera y empujar más en lugar de evocar épocas doradas, habrá que arremangarse y transitar el barro que todos dimos por olvidado y refrendar todo aquello que creíamos que ya habíamos aprobado. Es lo que toca, no lo que elegimos. Si lo sacamos de esta, vamos a salir mucho más fuertes de lo que pensamos. Y aprenderemos de nuestros propios errores, que si no sos consecuente con vos mismo, el salto que te puede llevar a la grandeza definitiva, puede ser el que te condene al vacío.

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